martes, 18 de agosto de 2009

ÁREA DE INVESTIGACIÓN EN PEDAGOGÍA UNIVERSITARIA

Las relaciones entre la filosofía y las ciencias

Pilar Britos.


Las relaciones entre la filosofía y las ciencias. Sin desconocer la importancia de hacer una historia acerca de cómo se han ido planteando estas relaciones, me interesa tratar el modo en que las problematizaciones propias del campo académico –enseñanza e investigación- han sido enunciadas en los términos de ciertas políticas de distinción / distribución que hoy aparecen resistidas a nivel de las prácticas. Quisiera que pudiéramos pensar las relaciones entre la filosofía y las ciencias en la vivacidad de los interrogantes que hacen traducible esta resistencia y desde los cuales nos cabe hoy advertir movimientos intelectuales que cuesta situar en el diagrama de las figuras habilitadas cuando se pretende una visión articulada del conjunto.

Quisiera, así, de entre casa, que pudiéramos jugar a emular el gesto de Kant para volver a interrogarnos hoy acerca de la posibilidad de una relación de conocimiento que atienda a los fenómenos que se plantean en nuestro campo de experiencia, relación que parece cada vez más claro que no puede soslayar el giro reflexivo acerca de su propia finalidad (productividad / destinación). El gesto de Kant de ‘interrogar el presente’ 1 que tan bien ha remarcado Foucault podría ser entonces reeditado atendiendo, en este caso, especialmente, a las condiciones y reglas de juego de nuestras relaciones de conocimiento. ¿Qué estamos siendo hoy cuando inscribimos nuestra experiencia en este juego hologramático con el que habitamos el espacio de una facultad de ciencias de la educación en la que la educación, la formación, el conocimiento son prácticas que al mismo tiempo despliegan y resisten las figuras que las organizan?

Algo de esto pudimos escuchar el jueves pasado en el panel ‘Entre pedagogía y ciencias de la educación’. Ambas, Mariquita Castells y Sandra Carli, plantearon la necesidad de revisar el archivo 2 desde el cual se define, se recorta o se desplaza la problemática a investigar en el campo educativo y las políticas de transmisión correspondientes. En sus planteamientos, aún cuando se cuestionaba el estatuto y las pretensiones de un saber-ciencia acerca de la educación, se fue haciendo explícito que ‘la ciencia’ no puede trabajar siguiendo un programa de ‘resolución de problemas’ sin que las peguntas acerca de su propia perspectiva se inmiscuyan ‘alterando’ la linealidad de sus desarrollos. Es decir, hay giros interrogativos que desencadenan una fuerte tensión en tanto requieren que se justifique la validez de lo construido no sólo en relación al método empleado o a la pertinencia del problema planteado sino explicitando a otro la opción epistémica, y también estético-política, que este recorrido pretende sostener.

Y creo que aquí llegamos al punto en el que es preciso ‘actualizar’ los términos en los que podemos pensar hoy las relaciones entre filosofía y ciencias. Las políticas de distribución que mencionábamos al inicio nos habituaron a un reparto de la tarea epistémica conforme al cual las ciencias producen conocimiento objetivo y la filosofía produce conceptos con los cuales es posible reflexionar acerca de las condiciones de este conocimiento. Sin embargo, esta división de trabajo está hoy, en las prácticas, subvertida. En efecto, las exposiciones de Mariquita y de Sandra nos hicieron advertir que son otros saberes, quizás aquellos que Michel Foucault denomina ‘contra ciencias’3–la historia, el psicoanálisis, los estudios culturales-, los que vienen ofreciendo claves para una interrogación del archivo que ya no pretende validarse en una gramática exterior a sus propias opciones discursivas.

Ciertamente, con esta proliferación de preguntas se tambalea la presunta estabilidad de un terreno pensado desde la continuidad sin mezcla entre los relieves del análisis objetivante de las ciencias y el subsuelo de sus legitimaciones epistemológicas. La coherencia entre la diversidad de las prácticas y la racionalidad criterial que organiza su movimiento se desarticula no porque haya fallas en uno u otro terreno sino porque se borronea la exterioridad desde la que se constituía su relación. El lenguaje de las ciencias ya no se moviliza contando con un ‘léxico último’4 desde el cual administrar sus frases; pero, al mismo tiempo, no puede renunciar a la voluntad de justificar la validez de sus sentencias desde algún ángulo de lectura que le permita juzgar su perspectiva. Es preciso trabajar ‘un afuera en el adentro’ y mantenerse atentos a que las pretensiones de reconocimiento que suponen las prácticas no impidan testimoniar este diferendo 5.

1 Véase, FOUCAULT, M. “¿Qué es la ilustración” en Saber y Verdad, Madrid, La Piqueta, 1991.
2 Véase, FOUCAULT, M. Arqueología del saber, México, Siglo XX1.

3 Véase, FOUCAULT, M. Las palabras y las cosas, México, Siglo XX1.
4 Véase RORTY, R. Contingencia, ironía y solidaridad, Paidós, Barcelona, 1991.
5 Véase LYOTARD, J-F La diferencia, Gedisa, Barcelona, 1988.

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